El prestigioso semanario alemán Die Zeit, en plena crisis económica y ante el supuesto declive del periodismo impreso, ha aumentado su tirada en papel, sus ventas de ejemplares y sus beneficios anuales. El diario tiene también una elaborada edición digital, donde no se reproducen todos los contenidos impresos ni se cuelgan de forma simultánea. Leo unas interesantes declaraciones de su director acerca de lo que él denomina las «creencias pararreligiosas» de internet. «Soy contrario», opina, «a la idea de internet como único medio democrático, como única esperanza, como única salida». Ciertamente, hay algo inquietante en el adanismo con que a menudo se concibe la Red (quizá porque aún no sabemos usarla): como un espacio libre a priori, pletórico de derechos y carente de deberes. Como un segundo mundo destinado a cumplir nuestras antiguas utopías de libertad absoluta. Como si, espontáneamente, navegar nos volviera mejores ciudadanos. Como si el internauta fuese bueno por naturaleza. El que esté libre de pecados virtuales, que tire el primer ratón.