27 de junio de 2016

Penúltima derrota frente al mar del sur


Después de que los bárbaros llegasen
rompiendo cerraduras al unísono,
confiscando los ojos del padre labrador
y de la madre experta en cultivar su espalda
y los pies de sus hijos despeinados,
volcando nuestros lechos como botes,
arrancando las parras luminosas,
trazando con la espada la frontera,


después de que los bárbaros entrasen
acampando en las bocas,
llenando de monedas los zapatos,
cortándonos los dedos por la mecha,
apagando las velas tartamudas
que titilan al sur pero no alcanzan,
empuñando su lengua

y todo un diccionario de silencio, 

después de que los bárbaros, en fin, 
fuesen nuestros vecinos que saludan,
nuestra gente educada en traicionarse,
los niños partidarios del pedrusco,
los hermanos en bíblico negocio,
los abuelos a punto de exiliar a sus nietos,
el panadero horneando hambre,
el carpintero en manos del martillo,

nadar en este mar es una acción política.


14 de junio de 2016

Viajar de oído

Un Borges que me conmueve particularmente, y acaso no tan explorado, es el turista anciano que recorre medio mundo con su ceguera a cuestas. Ese que viaja de oído, a bordo de una elipsis permanente. Escuchando, palpando, oliéndolo todo. Deduciendo el lugar que visita. Ese que dicta breves, sagaces notas en los aviones hasta componer Atlas: un librito tan fragmentario en su escritura como unitario en su concepto, a caballo entre el poema en prosa y la crónica súbita. Ese Borges que entra en la Alhambra para descifrar el braille de las paredes. Que regresa a Ginebra para formular su teoría sobre las ciudades tímidas. Que pisa el desierto egipcio, se agacha trabajosamente para apretar un puñado de arena y, al dejarlo caer de nuevo, susurra: «Estoy modificando el Sahara». Ese último Borges que sintetiza el ínfimo, inconfundible rastro que dejamos al caminar.