23 de febrero de 2018

Fractura, y 6 (Pinedo)


Pisoteando su propio reflejo, Pinedo se pregunta en qué medida la necesidad de escribir guardará relación con esa tartamudez que tantos pudores le trae. Si acaso la escritura no será su manera de dejar, aunque sea por un momento, de tartamudear cada cosa. O una vía para decir algo con ese balbuceo. En su niñez, cuando le costaba pronunciar una palabra, se encerraba a deletrearla en un papel. Dibujaba sus letras y, ¡plop! Se maravillaba con la perfección, la redondez con que quedaba escrita. Con que quedaba escrita, repite Pinedo en un susurro, percibiendo los pequeños chasquidos en el paladar. Rememora la ocasión en que aprendió la palabra cacofonía. Y descubrió con asombro que, además de ilustrar su propio significado, ese trabalenguas resumía su problema con las palabras. Trabalenguas. La historia de su vida.


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19 de febrero de 2018

Fractura, 5 (Carmen)


En el colegio crecí mucho por culpa de las monjas. Supe aguantar y arreglármelas sola. Con las chicas revoltosas como yo, alternaban sin parar castigos y recompensas. Era caricia y palo, caricia y palo. Hasta que te volvías capaz de cualquier cosa con tal de seguir recibiendo caricias. Hay que reconocer que las monjas fueron muy pedagógicas conmigo. Me apartaron de cualquier tentación religiosa. Al principio se hacían las buenas. Se te ponían dulces. Y en cuanto se ganaban tu confianza, empezaban a decirte qué debías hacer y con quién ir. No estoy segura de hasta qué punto me portaba mal. Sólo sé que me hacían la vida imposible. A mis hermanas no tanto, o eso cuentan ahora. Me dormía y me despertaba con culpa. Culpa de jugar. De reírme demasiado. De levantar la voz. De escuchar la radio. De no hacer los deberes. De hacerlos mal. De pintarme las uñas, porque era pecado. Y especialmente de mentirle a la hermana Gloria. Todo me daba culpa en el colegio. Por eso ahora nunca me arrepiento de nada.


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16 de febrero de 2018

Fractura, 4 (Mariela)


Si lo pensás, la primera imagen de la bomba atómica que te viene a la cabeza no son sus víctimas. Es el hongo. Ves antes la explosión que todos sus muertos. ¿No es el colmo de la desaparición? Por eso mismo los supervivientes, se diesen cuenta o no, ya eran rebeldes. No les hacía falta ningún comportamiento heroico. Su simple existencia era contestataria, porque no estaban previstos. En eso consistía para mí lo político de Yoshie. Él militaba porque estaba vivo.


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12 de febrero de 2018

Fractura, 3 (Lorrie)


Siempre he pensado que la gente se ríe como es. Que podemos fingir una mirada, impostar la voz, controlar nuestros movimientos. Pero es muy difícil reírse de otra manera. Conozco risas igual de nerviosas que sus dueños. Risas de boca cerrada, que ocultan más de lo que muestran. Risas estridentes, desesperadas por llamar la atención. Algunas extrañamente largas, que no quieren terminar, como si estuvieran huyendo del dolor. Otras que van subiendo poco a poco, porque necesitan entrar en confianza. Otras que resuenan una vez, cortan el aire y se cierran con rapidez de navaja. Otras roncas por haber vivido mucho. Ninguna de estas risas se parecía a la suya.


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9 de febrero de 2018

Fractura, 2 (Violet)


Con Olivier perdí la virginidad, quizás un poco más temprano de lo debido. No era que yo quisiese de verdad tener sexo. Simplemente su deseo de hacerlo era más fuerte que mi deseo de no hacerlo. Darme cuenta de eso tuvo más importancia que el acto en sí. Yo estaba enamorada de mi novio. Pero, cómo decirlo, no estaba enamorada de sus ganas de mí. Mis experiencias con él fueron todas bastante parecidas. Una especie de protocolo rápido con el que yo trataba de apasionarme sin saber muy bien cómo. Primero era su deseo imponiéndose. Después una sensación de pereza, un poco como cuando acabas de despertarte, que se iba transformando en un vago interés. Ese interés iba suscitando un anhelo por sentir algo especial. Después venía un conato de placer. Un comienzo de algo quizás intenso, enseguida interrumpido por el éxtasis de él. Ese éxtasis temprano y para mí inexplicable. Después venía cierto sentimiento de fastidio. Con el aparente deber, para colmo, de demostrar satisfacción y ternura. Y al final, menos ganas de una próxima vez. Ni siquiera podía imaginar que la culpa de eso la teníamos los dos.


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