Aterrizo en Buenos Aires y busco a sus poetas, que son un segundo modo de aterrizar. Leo a Javier Adúriz, poeta argentino hijo de españoles. En su libro Esto es así, una idea me detiene: «Hay una distancia considerable entre decir yo y escribir el yo». Conjugar en primera persona es un espejismo mecánico. Se hace, se pronuncia por defecto. Pero escribir un yo implica construirlo. Y, por lo tanto, desmontarlo antes. De pronto se me ocurre una pregunta. ¿Qué nos sucede cuando, en vez de decirlo o escribirlo, simplemente pensamos: yo? Quizá que una voz nos contesta: «él». Toda persona que habla cambia de lugar. El exilio sería eso.