Exploran mi lunar. La dermatóloga tiene estudiantes en prácticas. Mientras un monitor proyecta mi mancha como un archipiélago visto desde una avioneta, la doctora les describe la naturaleza del nevus congénito. El nevus congénito, dice, tiene bordes geográficos. O sea, irregulares y no muy definidos. Y tiene, continúa, una pigmentación flotante. O sea, más dispersa. Y también tiene, añade, unas zonas azules. Esas zonas, explica, se hunden más. Pueden ser profundas. Y muy inciertas. Aunque mutaran malignamente, nosotros desde aquí no podríamos verlo. Yo giro la cabeza. Miro a la doctora. Miro mi lunar en el monitor. La zona azul, entonces, es el punto donde la salud y la enfermedad se cruzan. Tarde o temprano todo lirismo es cruel.