No me parece mal que, un par de veces por siglo, el software de nuestra preciosa lengua se actualice ligeramente. Mucho más (y peor) se actualizan otros sistemas operativos. Me gusta que el idioma haga gimnasia. Pero de pronto digo en voz alta la palabra truhán y, honestamente, no escucho un monosílabo. Tampoco al pronunciar guión. Devoción ortográfica, socórreme en mis tiempos de flaqueza. Amén. Y, por supuesto, amen.