Toda mi empatía y esperanza para el pueblo egipcio que no sólo se ha levantado contra Mubarak, sino contra una manera de entender la opresión estatal y la sumisión ciudadana. Ahora bien, si todos los ideólogos de la reacción egipcia razonan como el novelista Alaa Al Aswany, entonces me temo lo peor. En un artículo al viejo estilo panfletario, con un enfoque tan simple como demagógico que renuncia a cualquier profundidad de análisis, Al Aswany elogia a esos miles de estudiantes «sin ninguna esperanza sobre su futuro», «que no encuentran trabajo» y «que actúan movidos por una ira indomable». O sea, a todos aquellos que no se encuentran en su privilegiada situación. Tras proclamar románticamente: «Siempre admiraré a estos revolucionarios» (cuya admirable desesperación dudo que él desee jamás para sus propios hijos), el exitoso autor aplaude su «deseo de libertad que desafía a la muerte». Cuando una sociedad llega a identificar el heroísmo con el suicidio, llega también a un punto donde la soluciones pueden ser tan trágicas como los problemas. Valentía, pensamiento y vida para Egipto.