Participo en una lectura poética en el festival de Cartagena. Somos diez autores sobre el escenario. Lo cual me permite hacer algo infrecuente en estas situaciones: escuchar y observar a mi alrededor. Mientras los poemas suenan amplificados, diviso una pantalla que emite, a nuestras espaldas, primeros planos del autor que recita. No puedo evitar seguir a mis compañeros a través de esa pantalla, que muy probablemente es lo que mira buena parte del público. Al principio experimento cierta incomodidad, una vaga ansiedad que no sé a qué atribuir. Después caigo en la cuenta de que hay un ligerísimo diferido en las imágenes, de manera que las bocas de los poetas parecen perseguir la sílaba anterior a la que pronuncian, sin atraparla nunca. Entonces pienso que la poesía se adelanta. Que todo poema se anticipa a su visión. Que las palabras nos alcanzan antes que la propia imagen que construyen. Pero esa imagen es lo que recordaré, cuando recuerde estas palabras. «Que son ceniza», pronuncia en ese instante Sandra Lorenzano. Me vuelvo rápido para mirarla. Pero ya guarda silencio.