ETA no ha dicho que se disuelve: anuncia un reciclaje. No se desarma: sugiere que no usará las armas que sigue teniendo. Ni siquiera lamenta haber asesinado a mil personas. Me parece insuficiente para dialogar. Pero, si ETA entregase las armas, ¿por qué no aceptar una verificación internacional? ¿Qué patriotismo mal entendido obligaría a rechazar esas colaboraciones? En un mundo globalizado, ¿por qué un Estado democrático se sentiría usurpado si otras democracias participasen en el fin de una banda terrorista? Observo el vídeo del comunicado. La filmación y el decorado parecen más antiguos de lo que son: un déjà vu histórico. Hay tres encapuchados. Habla el del medio. «La solución llegará», recita, «a través de un proceso democrático que tenga la voluntad del pueblo vasco como máxima referencia». Si la voluntad popular vasca es expresable democráticamente, ¿en nombre de qué ejecutaban el proceso armado? El encapuchado de la derecha está inquieto. «ETA no cejará en su esfuerzo y lucha», concluye el del medio, «por impulsar y llevar a término el proceso democrático». Entonando sus vivas, los tres encapuchados alzan un puño. Cuando los otros dos lo bajan, el de la izquierda lo deja levantado.