Un ex ejecutivo bancario entrega a wikileaks información sobre cuentas sospechosas de evasión fiscal. Hasta aquí, bien. El problema es que Rudolf Elmer, eufórico por su cuarto de hora de integridad, adorna su delación afirmando: «Estoy en contra del sistema». Durante casi una década, Elmer fue jefe de operaciones de un banco suizo en las Islas Caimán. Después fue despedido. No merece, por tanto, tratamiento de héroe. Se parece bastante más a un oportunista resentido. ¿Está en contra del sistema, o está furioso porque el sistema lo echó? «Conozco el día a día del negocio», explica Elmer, «y quería hacer saber a la sociedad lo que yo sé». Caramba, cuánto ímpetu divulgativo. ¿Hace falta haber formado parte de algo aberrante para oponerse a ello? Si este razonamiento se aplicase a otros ámbitos, el resultado daría escalofríos: «Estoy en contra de la violación de los derechos humanos, y sé muy bien qué es haberlos violado», «Denuncio las guerras nucleares…», «Me repugna la explotación infantil…», etcétera. No confundamos el antisistema con el sistema anti. El primero, posible o no, pretende oponerse al modo de producción vigente. El segundo se venga escupiendo la mano que lo engordó.