A Clarice Lispector no la leemos: conversamos con ella. O para ser más exactos: primero uno la escucha, después uno la piensa, finalmente uno responde. Así, hasta que el libro quiera. Disfruto Descubrimientos, última entrega de sus crónicas inéditas que viene publicando Adriana Hidalgo, editora argentina a la que cualquier lector querría darle un abrazo. ¿Son crónicas estas crónicas de Lispector? No; no sé; no importa. Son prosas, indagaciones, epifanías semanales. Su género lo inventa el propio título del libro. Siempre entre la candidez y la revelación, su tono me recuerda al levitante Christian Bobin, a la sabia Hebe Uhart, a Santa Teresa, o a no sé quién. Cuando no sabemos muy bien a quién nos recuerda una voz pero nos suena familiar, esa voz es verdadera. La señora Lispector dice: «Necesito reconstruir con una urgencia de las más urgentes, hoy mismo, ahora mismo, en este instante. No puedo decir qué es». Y uno la escucha, se queda pensando y quizá responde: Lo que has reconstruido es este instante. Gracias.