A mi amiga le duele siempre el vientre. En un punto exacto donde, según sus indagaciones, no existe órgano alguno. Mi amiga me muestra un gráfico del cuerpo humano. Con sus provincias vitales, sus caminos de arterias, su alboroto de venas. Y en ese rojo mapa lleno de circunstancias, me señala un milímetro despoblado. «Me duele justo ahí», me dice, «en el vacío». Es comprensible que le duela algo tan grave.