En España no terminó de gustar la Barcelona pija de Vicky Cristina. Más acostumbrados a la automitificación de clase, en Francia las críticas de Midnight (salvo en Cahiers du cinema) han sido entusiastas. «No se trata de un cine de postal», escribió con acrobática indulgencia el crítico de Les inrockuptibles, «sino de una película sobre las postales». Pero la película muestra escasa ironía hacia los tópicos culturales. Los retratos de los grandes artistas resultan planos y se limitan al pintoresquismo. Particularmente desaprovechados quedan Scott Fitzgerald, Picasso e incluso el gran fetiche Buñuel. Hemingway tiene gracia, aunque repite siempre el mismo chiste. La mejor aparición es quizá la de Dalí. Aplicándole su propia medicina retro, reconozcamos que desde hace años (quizá desde Deconstructing Harry) Allen ha sustituido la marginalidad estética y la agilidad dialéctica por unos diálogos rutinarios y cierto tipismo facilón. No ha vuelto a crear personajes femeninos complejos como los de Diane Keaton. Y sus actuales protagonistas masculinos tienden a la candidez. Como si Allen no estuviera dispuesto a que sus reemplazantes, sobre todo si son jóvenes, parezcan tan brillantes como él. La inclinación nostálgica de Allen se parece a la que hemos contraído hacia su obra.