Este año volví a Nueva York. Sólo la había visitado una vez, meses antes de la caída de las torres, a las que había subido como un turista más. La mayor diferencia visual no la encontré en la Zona Cero. Estaba en el cielo mismo, que es parte arquitectónica de esa ciudad. Cada vez que pasaba un avión, sin poder evitarlo, me inquietaba. Y miraba hacia arriba. «Tu nombre es otro, cielo», escribió Juan Ramón en esas calles, hace casi cien años.