«El PSOE hace política de derechas», o al menos eso ha hecho en su segunda legislatura, «pero no es la derecha». Lo resumió con su habitual sensatez Gaspar Llamazares, a quien el núcleo comunista del partido le hizo la vida imposible. Tal como ahora, según parece, empieza a ocurrirle a su sucesor. Muchos creíamos que la función de un partido nacional no era complacer a los militantes más acérrimos, sino tomar decisiones pensando en el bien general. Si Izquierda Unida (por desgracia y también por la ley d’Hont) no está para ganar mayorías, pero tampoco para alcanzar acuerdos que impidan el triunfo de la derecha y corrijan las políticas socialistas, muchos de sus votantes nos hacemos una pregunta dolorosa: ¿entonces para qué está? A lo mejor no eran los coordinadores generales del partido lo que pedía a gritos una renovación.