«Ya los conocíamos de sobra». Pero nadie había leído ni a la mitad de los autores de la lista. «Muchos están consagrados». Pero en el mundo anglosajón, verdadero destinatario de la lista, casi todos son desconocidos o inéditos. «Faltan varios países». Pero el criterio de selección no era la nacionalidad, sino la lengua. «Ahí hay marketing». Pero si fueran músicos, cineastas o artistas plásticos, nadie insinuaría que eso desmerece sus méritos. «La mayoría tiene agente». Pero, si hacemos una lista de nuestros autores predilectos, ¿cuántos de ellos no tienen agente? «La mayoría ha publicado en España». Pero, si hacemos una lista de nuestros autores predilectos en lengua inglesa, ¿cuántos de ellos no han publicado en Estados Unidos? «Faltan los más jóvenes». Pero resulta interesante haber buscado edades un poco más cercanas a la madurez, ¿no se quejaban acaso de la sobrevaloración de la juventud? «Hay pocas mujeres». Cierto, y debería haber más, pero una lista no sólo sirve para redimir lamentables lagunas históricas: también puede reflejarlas. «No necesitamos que una revista inglesa nos diga a quiénes leer en español». Ah, eso sí. British, go home!