En La habitación de invitados, primera novela de Helen Garner que se traduce al español, leo un pasaje cuya violenta verdad me estremece: «La muerte no debe negarse. Intentarlo es una presunción. Infunde locura en el alma. Absorbe la virtud. Envenena la amistad y convierte el amor en una farsa». Mientras cuidamos a un ser querido, mientras la enfermedad se lo lleva, es difícil tenerlo así de claro. Tienta negar el Gran No. Al otro lado, alguien perdido sonríe.