Sea cual sea el resultado de la investigación en los asuntillos de don Urdangarín, medio duque de Palma gracias a cierto Real Decreto y al extraño fervor español por los borbones, todo este revuelo me parece digno de celebración. Al fin se ha roto un tabú. El tabú. La inmunidad de esa familia que, considerando la excepcionalidad legal que la envuelve como una placenta, era más bien una familia fantasmagórica: irreal. Su excelentísimo señor Urdangarín tenía ojo para el balonmano, pero ojo con las manos. Su excelentísimo señor metía goles, que no es lo mismo que ir pegando pelotazos. Su excelentísimo señor contrajo un matrimonio conveniente. Que es algo muy distinto, oscuras majestades, que un patrimonio inconveniente.