Hablando de recortes, durante la huelga de ayer asistimos a los malabarismos aritméticos de siempre. En Barcelona, por ejemplo, hubo 800.000 manifestantes según los sindicatos. Según la guardia urbana, un cero menos. Eso sí que es un tijeretazo público. ¿Qué pasaría si jugásemos de la misma manera con las cifras de las elecciones? ¿Si al contar las papeletas dijéramos que CIU obtuvo aproximadamente 6 escaños, y no 62, en el Parlament de Catalunya? ¿O que en noviembre el PP sacó unos 18 o 19 diputados en lugar de 186? Manipular las cifras de las manifestaciones causa un daño igual de grave a la representatividad ciudadana. Pero algunos insisten en reducir la democracia a votar y callar. No les daremos el gusto.
30 de marzo de 2012
La tijera democrática
28 de marzo de 2012
El síndrome de Jet
Cada vez me cuesta más salir de estaciones y aeropuertos. Lejos de detestar esos recintos, confieso que los busco y hasta me invento pretextos para alargar mi estancia en su interior. Me quedo a comer en ellos: su espera me alimenta. Nada prometen esos ratos, la expectativa se vuelca sobre sí misma. Leo con una atención de la que soy incapaz en el mundo exterior, cuya fascinación es dispersa. Ahí dentro, en su aparente confusión de destinos, se vuelve clara nuestra naturaleza transitoria. En cuanto salimos para pisar la calle, en cambio, quedamos secuestrados por el malentendido de que hemos llegado a alguna parte. Mi vuelo se demora. Se es feliz por accidente.
23 de marzo de 2012
Un ojalá andaluz
Desde que vivo en Granada, hace ya más de veinte años, he admirado la red de bibliotecas que vertebra los pueblos más remotos de Andalucía. Y he tenido la dicha de que la sanidad andaluza le salvase la vida a mi padre. Y he tenido el dolor de despedir a mi madre en sus hospitales públicos. En esta tierra he leído, han curado a los míos y los han enterrado. Sea cual sea, ojalá el próximo Gobierno andaluz no confunda crisis con renuncia, ni ahorro con suicidio. Y siga protegiendo ambos bastiones, salud y cultura, sin los cuales no habría camino. Ojalá el próximo Gobierno, sea cual sea, no se ponga folclórico. Y recuerde que, de Lorca a Picasso, de Falla a Morente, la mejor tradición andaluza se ha basado en la vanguardia. Pese a los vendedores de identidades, este sur sabe hablar distintas lenguas. Como región de emigrantes sufridos e inmigrantes recientes, de puertos y de mezclas, Andalucía no sólo te recibe. Sino algo más importante: te deja ser extranjero. Eso es lo mejor que puede decirse de una tierra.
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15 de marzo de 2012
Cursivas, go home
La tipografía propone un discurso paralelo. Las mayúsculas, tan habituales en la Red, pueden contradecir una opinión prudente. Una Arial o una Courier otorgan cierta modestia a una frase pretenciosa, mientras la Garamond solemniza hasta un chiste. La Times es invisible. Las negritas hacen ruido. Las versales huelen a imprenta. Pero hay un espécimen particularmente delicado. Tan precisas para invocar un título o expresar un énfasis, las cursivas se convierten en manía esencialista cuando se extienden a cuanta palabra extraña se cruza en su camino. A manera de aduanas, esas cursivas impuestas ejercen de detectoras de palabras inmigrantes. Uno preferiría que los extranjerismos tuviesen derecho a vestirse de paisano, integrarse en el texto redondo y decir lo suyo. Toda realidad nombrable pertenece a un mismo texto. Igual que el chorro fresco de la oralidad, como quien canta bajo la ducha, la prosa es un flujo continuo de raíz heterogénea. Ojalá liberásemos a las palabras inmigrantes del estigma de las cursivas y las dejáramos mezclarse con esas otras que residen, según el forastero Nabokov, en la punta de la lengua. Con la boca, el diccionario abierto. Porque ellas también son nuestro pan hispánico de cada día.
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13 de marzo de 2012
La persecución
Jorge Volpi ha escrito novelas líricas, como Oscuro bosque oscuro, y novelas de investigación, como El fin de la locura. Su nueva novela reúne ambos ciclos, conjugando discurso intelectual y apetito de lenguaje. Aquí la terapia junguiana asoma entre fraseos musicales. Inevitablemente erótica y tanática, La tejedora de sombras narra el experimento íntimo al que los psicoanalistas Christiana Morgan y Henry Murray se entregaron durante media vida. Tan próximo al romanticismo como a la patología, su obsesivo ritual podría resumirse en esta anotación del diario de la protagonista: «Mi mente está llena de preguntas y quiero preguntártelas todas a ti». La novela de Volpi está enmarcada por una cita de Moby Dick y otra de Frankenstein. Ambos clásicos comparten más de lo que parece. La persecución de una idea fija. El conocimiento puesto al servicio del peligro. Y, sobre todo, la fascinación por un monstruo ingobernable. Sólo que en Melville ese monstruo es natural, mientras en Shelley es construido. La suma de ambos monstruos, uno instintivo y otro elaborado, uno sumergido que irrumpe y otro previsto que se rebela, se parece quizá demasiado al deseo.
8 de marzo de 2012
Especialmente el padre
La Real Academia, que no es ninguna fulana (fulano, na: 1. Alguien cuyo nombre se ignora o no se quiere expresar. 5. Prostituta) sino una autoridad en la materia, nos ha hecho el honor (honor: 3. Honestidad y recato en las mujeres, y buena opinión que se granjean con estas virtudes) de emitir unas recomendaciones que han sido la comidilla (comidilla: 1. Tema preferido en alguna murmuración o conversación de carácter satírico. «La conducta de fulana es la comidilla de la vecindad») de estos días. Como legítima jueza (jueza: 2. Mujer del juez) de nuestro idioma, razona la Academia que el sexismo lingüístico no es motivo suficiente para ir por ahí desvirgando gramáticas (desvirgar: 1. Quitar la virginidad a una doncella) y que, si continuamos así, terminaremos hablando como verduleros (verdulero, ra: 2. Mujer descarada y ordinaria) y confundiendo al prójimo (prójimo: 1. Hombre respecto de otro, considerados bajo el concepto de la solidaridad humana. Artículo enmendado; prójimo, ma: 3. Mujer de poca estimación pública o de conducta dudosa. 4. Mujer respecto del marido). Por eso estoy convencido, no sólo como escritor sino como individuo (individuo, dua: 7. Mujer despreciable), de que los académicos, en general ellos y a veces ellas, jamás dejarán a sus hablantes huérfanos (huérfano, na: 1. A quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre). Nuestra lengua materna está llena de padres.
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5 de marzo de 2012
Vivitos y discrepando
En el País PP todo es posible: recortar la inversión y continuar el déficit, rebobinar derechos a los años 80, absolver a corruptos y juzgar a sus jueces, apagar la televisión pública o abolir el ministerio de Cultura. Lo penúltimo ha sido la delirante idea de Esperanza Aguirre, a quien el Señor conserve la creatividad, de transformar el 11-M en 12-M. El objetivo, explica esperanzada, es evitar coincidir con las protestas por la reforma laboral. O sea: para que no haya política en la conmemoración de la tragedia, el aniversario se traslada por decisión política. Ni el mayor ingenio bolivariano se habría atrevido a tanto. ¿Quién manipula qué? Como observó Ignacio Escolar, un 11 de marzo puede haber fútbol, toros, misa, cine, periódicos o bares. Pero no, ¡qué deshonra!, iniciativas políticas pacíficas. Ya conocemos el enfrentamiento ideológico entre dos asociaciones de víctimas del terrorismo. Hay quienes se escandalizan ante esta discrepancia. Yo la encuentro saludable y hasta madura. Que todas las víctimas de una desgracia tengan la obligación de opinar lo mismo me parece un chantaje. Una fusión entre la exequia y el pensamiento único. Respetar a los muertos es también ser fieles a la complejidad de sus vidas. Sus pasiones. Sus ideas. Rehumanizarlos. No taparlos con una careta platónica. Los muertos, faltaría más, tuvieron ideología. Cada uno la suya. Igual que quienes hoy los lloran y discrepan. Porque siguen aquí.
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