Un silencio habla. El otro escucha. Entre los dos conversan mucho mejor que nosotros.
28 de febrero de 2011
26 de febrero de 2011
Posguerra de la infancia
Cuando a un director lo premian, en vez de la película premiada prefiero ver las anteriores. Así tengo la sensación de acercarme de manera lateral, quizá más íntima, a su obra. Tras la reciente lluvia de Goyas para Pa negre de Agustí Villaronga, cierro el paraguas y me zambullo en El mar, de la que recordaba haber leído excelentes críticas hace una década. Basada en una novela del también mallorquín Blai Bonet, la película despliega una mirada violentamente pasoliniana sobre la España que dejó (o mató) la guerra civil. Su estética combina el plano quieto, el preciosismo fotográfico y efectismo argumental. Las truculencias sanguinarias me impresionaron menos que los silencios zurbaranescos. Más que sobre la infancia de la posguerra, El mar reflexiona sobre la posguerra de la infancia. Sobre su truncamiento. Al principio de la historia, tres niños presencian un fusilamiento y una venganza. Ninguno sale indemne. Lo que han visto los forma y los sentencia. Justo antes del fusilamiento, uno de los niños susurra: «Ahora vuelven a matar a mi padre». Hay metáforas que se vuelven literales.
24 de febrero de 2011
Estar muerto, 2050
Buenas. Tengo 63 años. Acabo de morirme. La mala suerte, los disgustos, el estrés, los genes. Qué le vamos a hacer. Según los cálculos del Estado, me quedaban 6 años para jubilarme. Me preocupa haber muerto así de pronto, pero más me preocupa haber quedado debiendo 6 años de trabajo. Fui un hombre responsable. No quiero ser un muerto negligente. Por suerte, mi hijo todavía es joven. Lo tuve un poco tarde porque a su madre y a mí nos costó conseguir un puesto fijo. Mi hijo tiene 31 añitos y espero que pronto encuentre trabajo. Por lo tanto le quedan 38 años de vida útil. Hagamos cuentas, que es sano: 38 años de vida útil, más los 6 que su padre ha quedado debiéndole al Estado, suman 44 años. Bueno, tampoco está tan mal. De hecho, yo tuve que trabajar un año más. Empecé a los 18 y terminé a los 63: eso suma 45 años de trabajo. Así que ya se ve, mejoramos poco a poco. La aritmética tranquiliza. Estar muerto también.
22 de febrero de 2011
El instante Lispector
A Clarice Lispector no la leemos: conversamos con ella. O para ser más exactos: primero uno la escucha, después uno la piensa, finalmente uno responde. Así, hasta que el libro quiera. Disfruto Descubrimientos, última entrega de sus crónicas inéditas que viene publicando Adriana Hidalgo, editora argentina a la que cualquier lector querría darle un abrazo. ¿Son crónicas estas crónicas de Lispector? No; no sé; no importa. Son prosas, indagaciones, epifanías semanales. Su género lo inventa el propio título del libro. Siempre entre la candidez y la revelación, su tono me recuerda al levitante Christian Bobin, a la sabia Hebe Uhart, a Santa Teresa, o a no sé quién. Cuando no sabemos muy bien a quién nos recuerda una voz pero nos suena familiar, esa voz es verdadera. La señora Lispector dice: «Necesito reconstruir con una urgencia de las más urgentes, hoy mismo, ahora mismo, en este instante. No puedo decir qué es». Y uno la escucha, se queda pensando y quizá responde: Lo que has reconstruido es este instante. Gracias.
20 de febrero de 2011
Perder dos veces
Los deportistas mueren dos veces. Ahí, no en sus trofeos, está su épica. Los deportistas en retirada son anfibios prematuros que nos cuentan, con caras todavía jóvenes, cómo es envejecer, sentir el ocaso del cuerpo, la melancolía de desear y ya no poder, recordar las fuerzas perdidas. Escucho a Ronaldo Nazario da Lima, el delantero más espectacular que ha perforado las canchas, el hombre-manada, el goleador supersónico, anunciar que se jubila a los 34 años. «Yo tenía el regate previsto», balbucea. Pero su mente y sus músculos no se escuchaban. El último Ronaldo imaginaba el movimiento, lo veía, lo auguraba. Y sus piernas se quedaban dormidas. «He perdido contra mi cuerpo», sintetiza. ¿Un goleador será un aforista en potencia? Los deportistas saben mucho más del tiempo que el público que los aplaude. En la antigua Grecia lo sabían. Los poetas quizá lo han olvidado.
18 de febrero de 2011
El trono está vacío
Como comedia con guerra de fondo, El discurso del rey es menos incómoda que Mein Führer (con la que comparte el motivo del preparador de discursos) y menos ambiciosa que La vida es bella (con la que comparte la trampa del final tranquilizador). Sin embargo es probable que esté más lograda que ambas, por una razón tan antigua como el cine: todos sus actores están maravillosamente dirigidos. Nada más y nada menos. Qué placer escuchar diálogos eficaces en el tono adecuado. Qué facilón resulta seguir una historia facilona cuando el ritmo es el preciso. Qué confortable volver a casa habiendo trivializado el horror. Qué rápido se digiere el conflicto cuando el conflicto se evita. De obras maestras como El gran dictador o Ser o no ser, mejor ni hablamos. Porque entonces tendríamos que echarnos a llorar. Por el cine de risa. Por los tronos vacíos.
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16 de febrero de 2011
San Valentín atrasa
Muchos nos prometemos no decir una sola palabra sobre San Valentín durante el día de San Valentín. Esta norma profiláctica no nos impide referirnos al asunto, ya de mucha mejor gana, cuarenta y ocho horas más tarde. Escribir sobre San Valentín es como aquello de regalar rosas: sólo resulta cursi cuando se hace una vez al año. En general, la actualidad parece más reveladora cuando llegamos a ella con cierto retraso: para eso sirve ojear periódicos viejos, placer redescubierto y multiplicado por la Red. Eso acabo de hacer con un estrujado ejemplar de Le Parisien del último 14 de febrero, cuya espantosa portada romántica se vuelve de pronto interesante, un punto trágica hoy, cuando han pasado los días y las parejas han vuelto a la rutina. El artículo principal del monográfico se titula Cómo lograr que su pareja dure: las cinco reglas de oro. La quinta regla universal sostiene, sin el menor rastro de ironía: «Cree su propio modelo». Desarrollando un poco más la idea, desde aquí proponemos humildemente una sexta y última regla: «Pídale el divorcio en la Torre Eiffel». Los grandes finales siempre nos conquistan.
14 de febrero de 2011
Tragedia belga
La semana pasada Marleen Temmerman, presunta senadora y presunta socialista, invocando presuntamente el teatro griego, propuso que las mujeres belgas se declaren en huelga sexual hasta que su país alcance un acuerdo para formar gobierno. Era difícil retroceder tantos siglos en un solo gesto, pero la señora senadora lo logró con una facilidad digna de mejores causas. Con su proclama, la trágica Marleen dio por sentado: 1- Que la negociación política es esencialmente cosa de hombres; 2- Que el rol de las mujeres es esencialmente privado y conyugal; 3- Que todos los negociadores políticos son heterosexuales; 4- Que todas las mujeres follan, cogen, tiran, fornican, neuken, como una abnegada concesión al varón; pero que ellas nunca, jamás de los jamases, imposible, nooit!, lo hacen por placer propio. Te prometo, Marleen, seguir tu ejemplo. Me abstendré sexualmente hasta que renuncies a tu escaño de senadora socialista.
12 de febrero de 2011
Semiótica, lealtad y fútbol
Mourinho es tan pesado que da incluso para análisis semióticos. Lo cual confirma que, desmintiendo su supuesto pragmatismo, parlotea más de lo que hace. Y que, detrás del presunto hombre de acción, opera un incansable publicista. Como deporte colectivo de despliegue individual, el fútbol mantiene una relación contradictoria con las disidencias. Uno de sus tópicos más sagrados reza: «El club está por encima de los nombres». Este principio de aparente lealtad oculta un trasfondo autoritario: sin importar quién esté ni qué haga, los aficionados estaríamos obligados a identificarnos con sus colores. Trasladando esta lógica a otros ámbitos como el político, uno toma consciencia de su aberración. A mí me comprometen más las personas que los clubes, los ciudadanos que sus patrias. ¿Por qué debemos apoyar por igual a nuestro equipo si lo representa un artista o un rompepiernas, si lo preside un deportista o un corrupto, si lo entrena un caballero o un energúmeno? Cada vez que escucho a Mourinho, siento una especie de derrota extradeportiva. «El fútbol», dice Valdano, «es un estado de ánimo». Quizá por eso Mourinho lo detesta tanto. Porque, de ser cierto su aforismo, muchos aficionados deberíamos sentirnos entre irritados y deprimidos.
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11 de febrero de 2011
La importancia de llamarse Medardo
Llevo días contemplando una iglesia parisina sin saber por qué. Por devoción, no creo. Hoy me decido a rodear sus muros y encuentro una placa que cuenta su historia. Esta preciosa iglesia es la de San Medardo. Nombre que me recuerda a un gran cuentista español: Medardo Fraile. Curiosamente, el autor tiene apellido de clérigo. Leo la placa como si fuera un cuento. Durante el primer tercio del siglo 18, alrededor de estos muros se agolpaban peregrinos, apestados, predicadores e hipnotizadores. Poco antes de que las autoridades prohibieran semejantes reuniones, alguien dejó escrita una cuarteta rimada: «De par le Roi,/ défense à Dieu/ de faire miracle/ en ce lieu». En otras palabras:
De parte del Rey,
prohibido a Dios
hacer milagros
en este rincón.
prohibido a Dios
hacer milagros
en este rincón.
10 de febrero de 2011
Ofensa a la defensa
Antes de que se jugara la final del campeonato de fútbol americano, la aparente cantante Christina Aguilera cometió un interesante lapsus. Al comenzar a entonar el celebérrimo himno patrio, durante la primera estrofa, olvidó medio verso que dice: «O'er the ramparts we watched». O sea, «sobre las murallas que vimos». La señorita Aguilera no vio la muralla. «Llevo cantando ese himno desde los siete años», se excusó. Quizá por eso mismo, su olvido no me pareció raro. Mi diccionario inglés define ramparts como muro defensivo, barrera protectora. Y eso es justo lo que los occidentales llevamos omitiendo desde la escuela: la Gran Muralla Occidental, al otro lado de la cual supuestamente se ocultaba todo aquello que justificaba nuestras más miserables políticas internacionales. Pero la cantinela empieza a desafinarnos. Monsieur Sarkozy, Mister Obama, Frau Merkel, compañeros, ¿qué escondíamos al otro lado de la muralla? En Túnez y Egipto tienen unas cuantas respuestas.
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8 de febrero de 2011
Ahí
A mi amiga le duele siempre el vientre. En un punto exacto donde, según sus indagaciones, no existe órgano alguno. Mi amiga me muestra un gráfico del cuerpo humano. Con sus provincias vitales, sus caminos de arterias, su alboroto de venas. Y en ese rojo mapa lleno de circunstancias, me señala un milímetro despoblado. «Me duele justo ahí», me dice, «en el vacío». Es comprensible que le duela algo tan grave.
7 de febrero de 2011
Revolución y emulación
También en Italia exigen la dimisión de Berlusconi, al que habían elegido varias veces. Primero lo votan, después lo botan. Es estupendo que intenten deshacerse de tan bochornoso personaje, aunque me inquieta que estas necesarias sublevaciones ciudadanas se estén produciendo de manera refleja por el mundo. Y que de pronto parezcan una eufórica moda global, más guiada por el contagio mediático que por la reacción política. Por la misma regla de tres, la próxima corriente de opinión mayoritaria alinearía al pueblo con una revolución, con una contrarrevolución, con el salvador de turno o con un concurso de la tele. Seguir a los demás no garantiza el cambio social, sino la supervivencia de los mecanismos de dominación. Lamento el escepticismo. Que ya es casi la única postura individual que nos queda.
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5 de febrero de 2011
Planchar de noche
Desde mi nueva ventana veo otras ventanas. En una de ellas, a lo lejos, a través de los párpados de los visillos, una vecina plancha. Es zurda, veo. Y plancha. Es sábado por la noche. Y ella plancha. La soledad es eso.
4 de febrero de 2011
Teleterapia
La era de las teleseries en absoluto obliga a desechar toda forma de narrativa clásica. Lo clásico no es igual que lo tradicional: lo primero profundiza en los maestros; lo segundo repite convenciones. Junto a Six feet under, una de mis series preferidas de la década es In treatment. La austeridad de su planteamiento roza el suicidio televisivo. Como un telemanifiesto del siglo 18, la serie mantiene radicalmente la unidad de acción, espacio y tiempo. Contra todo pronóstico, funciona. Cada capítulo es una sesión de terapia. Los pacientes se alternan semanalmente, hasta convertirse en individuos que los espectadores comprendemos mucho mejor que a nosotros mismos. A través del análisis de sus conflictos descubrimos los del propio terapeuta, el admirable Paul Weston, a quien raptaríamos para uso propio. Los personajes tienen una complejidad que asombra. Los diálogos, una profundidad entre el existencialismo francés y la novela rusa. Dirigida por Rodrigo García y producida por HBO (Dios o los anunciantes se lo paguen), se trata de una propuesta insólita para la tele. Y por cierto económica. A los productores no les vendría mal, en tiempos de crisis, pasar por el diván del doctor Weston.
2 de febrero de 2011
Anciana rebelde
De la rebelde anciana Cynthia Ozick había leído Virilidad, pirueta maestra sobre las tres extranjerías: la nacional, la lingüística y la de género. Sobre el conflicto de leer y ser leído en una sociedad cuando se ha nacido en otro país, con otro idioma o mujer. Aparente sátira literaria, Virilidad toca los nervios principales de nuestro mundo con una ironía encantadora. Ahora repesco El chal, publicado con escasa repercusión hace hoy veinte años. El texto que da nombre al libro es uno de los mejores cuentos norteamericanos que he leído en los últimos años, junto con ‘Mortales’ de Tobias Wolff o ‘Gente así es la única…’ de Lorrie Moore. Ningún relato de campo de concentración me había impresionado tanto desde Sin destino de Kertész. Pero este campo carece de coordenadas. No habla de la Historia dolorosa, sino de la historia del Dolor. Una mujer amamanta a su hija sabiendo que morirá. Sin adjetivos. Con lacónico lirismo. Sobrecoge la renuncia a la ironía de la ironista Ozick. Su punto de vista es el de la compasión inteligente, milagro literario posible. La autora seca el lenguaje como se seca el pecho de Rosa, que sólo se nutre de aire y miedo.
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1 de febrero de 2011
Cuerpos extraños, 2
En una nueva entrega del proyecto Cuerpos extraños, Daniel Mordzinski fotografía el significativo sombrero de la narradora argentina Pola Oloixarac. El sombrero medita intermitentemente frente al mar de Cartagena. Tomo nota de algunos de sus pensamientos.
Nadie tiene un perfil inmaculado. Un perfil inmaculado no es de nadie. Ser mirados nos mancha, pero esa mancha es tan epidérmica como la propia piel. Sólo un cutis profundo resiste los contrastes entre el sol y las tinieblas. Nunca sabremos qué opina un perfil. Alrededor del personaje observado se trazan constelaciones: lo estelar es eso. Hay algo de astronomía en alguien que se queda pensativo. Qué excelente sombrero, el pensamiento. Y a través de los huecos, que también hablan, se cuela la luz.
© Daniel Mordzinski. Cartagena de Indias, Colombia, 2011.
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Nadie tiene un perfil inmaculado. Un perfil inmaculado no es de nadie. Ser mirados nos mancha, pero esa mancha es tan epidérmica como la propia piel. Sólo un cutis profundo resiste los contrastes entre el sol y las tinieblas. Nunca sabremos qué opina un perfil. Alrededor del personaje observado se trazan constelaciones: lo estelar es eso. Hay algo de astronomía en alguien que se queda pensativo. Qué excelente sombrero, el pensamiento. Y a través de los huecos, que también hablan, se cuela la luz.
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