29 de septiembre de 2011

Capitalismo y finitud

Por fin la economía se parece a nosotros: no sabe si se va a morir mañana.

26 de septiembre de 2011

La guerra de Fogwill

Hace un año y propina murió Fogwill. Llegar impuntuales a su aniversario es sacarse la corbata que él no se hubiera puesto para redactar su necrológica. Solíamos leerlo a la luz del personaje. La seducción bélica de su figura nos distraía del rigor de su obra. Sobre todo en una literatura como la argentina, que tiende a retratarse con las poses más que con los textos. Pero lo esencial es el sonido fog. Ese que brilla en su sintaxis de abstracción oral. En su atención quisquillosa a las cosas. Ahí vuela esa maravilla de humor y autoexégesis llamada Muchacha punk. Recuerdo mi sorpresa al leer Los pichiciegos, después de tanto oír hablar de ella. Me extrañó encontrarme con una potente novela realista, cercana a todo eso contra lo que su autor se declararía. La narración es de un costumbrismo oscuro y sólo ocasionalmente alucinado, como en la escena donde los pichis celebran los bombardeos como una atracción de circo. Todo lo demás (el frío, el dolor, el miedo) es de una compasión y una sobriedad apabullantes. «Esas cosas, de la cabeza, no se borran así nomás». Semejante escritor, tampoco.

23 de septiembre de 2011

The Mammas and the Pope

Me detengo frente al Palacio Papal de la ciudad de Aviñón. Es no sé qué festividad y, justo debajo de la santa residencia, una joven orquesta eléctrica ameniza la tarde a los abuelos. Guitarras, bajos, sintetizadores, baterías. El repertorio sagrado incluye Satisfaction y We Will Rock You. La tradición es tan astuta que se apropia de cualquier cosa que la golpee.

21 de septiembre de 2011

El proxeneta

De paso por Italia miro las noticias en la televisión, comparo titulares en los diarios. Y lo único que veo es a Berlusconi rodeado de escotes. El rey sol y sus tetas orbitando. Esta vez le toca el turno a la despampanante e irrelevante Manuela Arcuri, presunta modelo. Manuela declara en todas partes que ella no, que las putas eran otras. En los medios nacionales no se habla de otra cosa: los recortes sociales son menos fotogénicos. El mayor daño de Berlusconi (pero también su mayor conquista) ha sido transformar el debate ideológico en prensa rosa. No simplemente frivolizar la política sino  desviar sus ejes, desterrarla de su ámbito. Así es mucho más fácil delinquir. Gobernar, ya no digamos.

19 de septiembre de 2011

Lo justo y lo sagrado

Más allá de las posibles corrupciones individuales, el caso de Schoklender y el dinero de las Madres de Plaza de Mayo se cimenta en una paradoja ética. Hay instituciones cuya propia función las convierte en sagradas. Y esa sacralidad simbólica es la que, trágicamente, facilita a veces la impunidad en sus acciones. Delicado opinar sobre este oprobio sin ser injusto con la historia. Pero la memoria histórica es, o debiera ser siempre, lo contrario del tabú.

16 de septiembre de 2011

La ceremonia

En High Line, Nueva York, vi hace poco una curiosa instalación del artista Stephen Vitiello. Se titulaba A bell for every minute. Cada sesenta segundos, el visitante escuchaba una campana distinta de algún punto lejano de la ciudad. Campanas escolares, tibetanas, Hare Krishna, de puertas, de teléfonos, católicas, judías, africanas, de bomberos, indias, japonesas, de barcos. Nada más, nada menos. La hora no importaba. La única ceremonia es esa: que el tiempo está pasando.

14 de septiembre de 2011

Sky 0

Este año volví a Nueva York. Sólo la había visitado una vez, meses antes de la caída de las torres, a las que había subido como un turista más. La mayor diferencia visual no la encontré en la Zona Cero. Estaba en el cielo mismo, que es parte arquitectónica de esa ciudad. Cada vez que pasaba un avión, sin poder evitarlo, me inquietaba. Y miraba hacia arriba. «Tu nombre es otro, cielo», escribió Juan Ramón en esas calles, hace casi cien años.

11 de septiembre de 2011

Catástrofe y representación

Viajábamos a la playa. El bus iba repleto de gente con auriculares. La pantalla emitía una película de acción. De repente una voz empezó a declamar. «Aviones estrellados contra las Torres.» Ella y yo nos volvimos. «Nube gris sobre Manhattan.» Un hombre sostenía un transistor con la vista extraviada. «Cancelados los vuelos.» Nadie giraba la cabeza. «Los Estados Unidos han quedado aislados.» Los pasajeros seguían atentos a la pantalla. «Una de las torres se desploma.» Ella y yo comprendimos: era un montaje, como el de Orson Welles. «El puente de Brooklyn se colapsa.» Todos permanecían sentados: hace diez años había pocos teléfonos móviles. «El Air Force One evacuando al presidente.» Ella y yo sonreímos. «Todas las embajadas norteamericanas están siendo desalojadas.» Qué buena farsa, dijo ella. «Wall Street clausurado.» Buenísima, dije yo. «Las bolsas se desploman.» El hombre del transistor asentía. «Y ahora cae la otra torre.» Solté una carcajada. «El Pentágono atacado.» Suspiramos de alivio. En la pantalla, borrachas, dos rubias celebraban algo en la barra de un bar.

9 de septiembre de 2011

Woody Allen: elogio y crítica de la nostalgia (y 3)

La física ha logrado formular dos conceptos que intuían los turistas: todo espacio está hecho de tiempo, y todos los tiempos son simultáneos. París funciona en Midnight como laberinto histórico y superposición de paraísos perdidos. El presente, nos recuerda la película, tiende a la insatisfacción. Y, por tanto, a la evasión retrospectiva o prospectiva. Aquí se funden con ingenio ambas fugas: un pasado de ciencia ficción. La actualidad de la película, que dice transcurrir en 2010, es en sí misma una negación del presente. A excepción de alguna broma sobre el Tea Party, nada nos hace sentir que su historia sucede hoy. Hace tiempo que Woody Allen detesta o ignora el presente. Que se ha convertido en aquel desopilante reaccionario cascarrabias que él mismo interpretaba en Anything else. Lo más interesante de Midnight es que construye, al mismo tiempo, un homenaje a la nostalgia y su refutación. Si toda época se subestima estéticamente en relación al pasado, quizá la verdadera utopía estética sería mitificar el presente. Salí del cine con más ganas de chill out que nunca: algún día sonará a música sagrada.

7 de septiembre de 2011

Woody Allen: elogio y crítica de la nostalgia (2)

En España no terminó de gustar la Barcelona pija de Vicky Cristina. Más acostumbrados a la automitificación de clase, en Francia las críticas de Midnight (salvo en Cahiers du cinema) han sido entusiastas. «No se trata de un cine de postal», escribió con acrobática indulgencia el crítico de Les inrockuptibles, «sino de una película sobre las postales». Pero la película muestra escasa ironía hacia los tópicos culturales. Los retratos de los grandes artistas resultan planos y se limitan al pintoresquismo. Particularmente desaprovechados quedan Scott Fitzgerald, Picasso e incluso el gran fetiche Buñuel. Hemingway tiene gracia, aunque repite siempre el mismo chiste. La mejor aparición es quizá la de Dalí. Aplicándole su propia medicina retro, reconozcamos que desde hace años (quizá desde Deconstructing Harry) Allen ha sustituido la marginalidad estética y la agilidad dialéctica por unos diálogos rutinarios y cierto tipismo facilón. No ha vuelto a crear personajes femeninos complejos como los de Diane Keaton. Y sus actuales protagonistas masculinos tienden a la candidez. Como si Allen no estuviera dispuesto a que sus reemplazantes, sobre todo si son jóvenes, parezcan tan brillantes como él. La inclinación nostálgica de Allen se parece a la que hemos contraído hacia su obra.

5 de septiembre de 2011

Woody Allen: elogio y crítica de la nostalgia (1)

Esperé hasta París para ver Midnight in Paris. Quería exponerme a la tentación mítica, para ver qué me pasaba. No me pasó gran cosa. O no tanto como al protagonista de esta segunda entrega de la trilogía turística de Woody Allen. La película dialoga con distintas zonas de su filmografía. Es una fábula onírica como The Purple Rose of Cairo, una elegía nostálgica como Radio Days, un homenaje urbano como Manhattan. Pero no alcanza su frescura y tensión. Incluso diría que, por primera vez, en la realización se percibe más dinero que ideas: los vestuarios son mucho más esmerados que los diálogos. La astucia de Allen suele consistir en acumular clichés para después parodiarlos. Esa estrategia le ha permitido ser un cursi con causa. Midnight narra un cuento de hadas en horario canalla: a la hora en que la Cenicienta pierde su ilusión de princesa, un turista yanqui se transforma en parte de la bohemia europea. La ciudad que vemos aquí cumple aquella promesa con la que terminaba Hollywood Ending, regresar al París de nuestros sueños. Pero, como en Vicky Cristina Barcelona, Allen no nos propone un viaje. Sino turismo caro.

2 de septiembre de 2011

Torero Hemingway

A 50 años de su muerte, Hemingway resucita a diario en alguna leyenda, imagen o gesto relacionado con su figura pública. Ambiguo destino el de los escritores-personaje: ser más recordados que releídos. Entre sus novelas, El viejo y el mar sigue siendo mi preferida. Por quién doblan las campanas ha envejecido rápido, aunque sus mezclas entre inglés y español anticiparon la realidad de su propio país. Sus elusivos cuentos se postulan como eslabón perdido entre Chéjov y Carver, a veces asociados con demasiada ligereza. Más que 'Los asesinos', con su tramposa interrupción final, elegiría como modelo de elipsis 'Un lugar limpio y bien iluminado'. Pieza maestra que ilustra la potencia de la quietud, el misterio de la ausencia. Raro mérito en alguien tan movedizo y presente. Escribe sobre él Javier Reverte: «Vivió la Guerra Civil declarándose partidario de la República y comprendió el sentido trágico de la fiesta de los toros como muy pocos españoles. Si siguiera vivo, probablemente hubiera jurado no pisar Cataluña hasta que se levantase la prohibición de las corridas». Yo hubiera preferido que, en vida, jurase no volver de vacaciones a España hasta que se levantase el franquismo. O, por lo menos, la censura literaria.