Curiosa esta costumbre occidental de celebrar el asesinato de villanos remotos, de patrocinar su persecución y tortura. Nos excita pisotear fuera de nuestras fronteras los principios que reclamamos dentro. Nos fascina lo fácil que resulta omitir ese frágil protocolo que llamamos derechos humanos. Cuanto más desfigurado queda el rostro del villano, más exacto resulta como espejo. Asomarse es gratis.