Quienes sostienen que la televisión nos estupidiza, dicen la verdad con los argumentos equivocados. No se trata de sus previsibles contenidos. Ni mucho menos, válgame Sanyo, de sus presuntos efectos morales. Se trata de que, a costa de las pérdidas millonarias que han tenido los grandes grupos en el sector audiovisual, la cultura escrita y verbal (editoriales, diarios, radios que pertenecen a dichos grupos) está despidiendo o maltratando a sus trabajadores. Una imagen cuesta más euros que mil palabras.