Muchas veces nos sentimos hartos de la política. Pero quizás estemos hartos de la falta de política. De su renuncia a priori. De su reemplazo por otros discursos más urgidos y miopes, empezando por el bursátil. Igual que la democracia no se reduce al sufragio, la economía no se reduce a las finanzas. Basta de predicciones, por favor. Los antropólogos del futuro nos estudiarán como a una tribu digital que miraba supersticiosamente hacia arriba, temiendo la caída de las bolsas.