Me recuerdo saludando a Sabato una mañana, por casualidad, en Madrid. Él realizaba su último viaje transatlántico, que inspiraría el libro España en los diarios de mi vejez. Me lo crucé a la entrada del hotel Suecia. Lo detuve y le dije: Es un honor verlo. Sabato, aquejado de sordera, me pidió que se lo repitiese. Es un honor verlo, insistí. Como Sabato no escuchaba, su acompañante le pronunció mi frase al oído. Ah, exclamó Sabato risueño, ¡yo le había entendido no sé qué de un horno! En ese instante recordé que, en lunfardo, horno significa infierno. Ningún gran escritor pasa a la Historia a través del horno ni del honor. Las contradicciones, los claroscuros, las rectificaciones, los retratan con lealtad. Un ser humano es eso. Lo otro es su estatua.
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(del artículo publicado en El País el 3 de mayo de 2011)