8 de abril de 2014
El botín (1)
Llamar a estos tiempos crisis económica resulta tan ingenuo, o cínico, como llamar crisis de natalidad a una guerra. Buscando el verdadero nombre de las cosas, por sus causas y no por sus síntomas, la politóloga Wendy Brown ha bautizado nuestra época como la época de la desdemocratización. El problema no es tanto que nos falle la democracia, como que nos la están arrebatando. La profesora Brown –que no coincide precisamente con el modelo de mujer que pretende legislar el señor Gallardón– ha descrito cómo los gobiernos contemporáneos se rigen por los principios de un «sujeto calculador». De alguien que calca la razón económica sobre cualquier ámbito de la esfera pública, salud, educación o justicia incluidas. No se trataría simplemente de reducir la acción del Estado para concederle más espacio al mercado, y un conocido etcétera. Sino de organizar nuestra entera realidad institucional, y la totalidad de las relaciones sociales, en función del cálculo mercantil. Estos conflictos, analizados con detenimiento en un espléndido volumen de ensayos que tradujo la editorial madrileña Errata naturae, se reflejan a la perfección en dos noticias recientes. La primera noticia es que un posible antídoto contra el ébola y la hepatitis B crónica, que una empresa farmacéutica investiga con una subvención de 140 millones de dólares del Departamento de Defensa norteamericano, le ha permitido a dicha empresa multiplicar espectacularmente sus acciones en bolsa. Lo sospechoso es que tanto la subvención pública como este pelotazo financiero han coincidido con la grave epidemia de ébola en Guinea. Por este camino, nuestros virus, enfermedades y dolencias pasarán a ser asunto exclusivo de los ministerios de Economía, que a su vez serán meras sucursales de las empresas que coticen en bolsa. La ciencia ficción goza de excelente salud.
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