31 de julio de 2012

Veranear libros (2)

Y este año, en la pila, están pendientes, ¿cuáles?, qué desorden. La flor azul de Penelope Fitzgerald, particularmente recomendable para los admiradores de Novalis, protagonista de la novela. El último libro de ensayos de Jonathan Franzen, Farther away, del que discreparé con todo gusto. Arrecife de Juan Villoro, cuyos cuentos y artículos son tan buenos que casi nos olvidamos de que sus novelas son tan buenas. Aquí todo es mejor de Justin Taylor, debut de un joven neoyorquino que tiene una pinta estupenda. El libro, digo. Binocular vision de Edith Pearlman, antología de la que he leído comentarios irresistibles y temo que me decepcione. Ideogramas de Juan Carlos Méndez Guédez, uno de los mejores y más divertidos y tristes narradores latinoamericanos de su generación. Purga de Sofi Oksanen, que empieza con una mosca y eso de alguna forma me parece honesto. Mantener la cadena de frío, de los no obstante cálidos Ben Clark y Andrés Catalán. Un assassin blanc comme neige y Éclat du Solitaire de mi adorado Christian Bobin, quien no sé por qué siempre publica a pares y casi nunca lo traducen. Grieta y Todo ajeno de Natalia Litvinova, que también traduce y escribe a pares y aún no ha publicado esos libros nuevos, aunque sé que estoy a punto de leerlos. O Tel quel de Paul Valéry, dos volúmenes de aforismos donde se dice, mira por dónde, que la sintaxis es una facultad del alma. Qué astutamente corto es el verano.