24 de julio de 2012

Obras menores, genios mayores

Hay dos maneras opuestas de acercarse a los maestros. O esperamos tanto de ellos que, por culpa de su pasado, jamás nos satisfacen. O asumimos la improbabilidad de que se superen y, por si acaso, nos preparamos para un bache. Esta semana he visto consecutivamente To Rome with Love de Woody Allen y Dark Shadows de Tim Burton. Me senté casi resignado a presenciar un desliz en dos genios que me interesan hasta cuando me defraudan. El primero venía de un drama fallido (Vicky Cristina Barcelona) y un cliché romanticón (Midnight in Paris). El segundo, de un musical exasperante (Sweeney Todd) y una decepción lujosa (Alicia en el país de las maravillas). Pero también les debemos milagros como Bullets Over Broadway o Big Fish. Y esas cosas, a diferencia del matrimonio, nos generan cierta lealtad hasta la muerte. Así que fui. Pese a las malas críticas. Pese a todos los augurios. Y, francamente, las disfruté. La de Allen contiene algunos diálogos con los reflejos de antaño y una ocurrencia gloriosa: esa ducha en la ópera. La de Burton despliega un virtuosismo deslumbrante en las actuaciones y asocia el vampirismo, el rock y la poesía romántica. Ambas brillan al principio y decaen al final. Ambas dependen de sus versiones originales: la mezcla permanente de inglés e italiano en la de Allen, la exquisita parodia del acento británico en la de Burton, resultan imposibles de doblar. Y ambas están, aleluya, escritas con humor e inteligencia. Es más de lo que ofrece casi cualquier estreno.