Aeropuerto de Barajas, Madrid. A punto de embarcar rumbo a mi tierra de origen, nos encontramos con una amiga argentina. Inevitablemente, desplegando una especie de vengativa solidaridad, ella nos pregunta: «¿Y cómo van las cosas por acá?». Mi pareja andaluza, con resignada costumbre, empieza a hablarle de la crisis del país. Nuestra amiga comenta: «Sí, sí, ya vi que acá se quejan mucho». Bien. Entendido. Nada de victimismos. Aeropuerto de Ezeiza, Buenos Aires. Control de pasaportes a la mañana siguiente. «¿Y qué tal las cosas por España?», pregunta el agente de aduanas. Precavida, mi pareja andaluza contesta que tampoco están tan mal. El agente frunce el ceño como un perito en catástrofes. «¡Eso por ahora!», exclama. Y le sella el pasaporte.