4 de julio de 2012

Padre pan

Encuentro un vídeo donde José Viñals recuerda, o saca del horno, a su padre panadero. Viñals fue mi maestro literario. Lo conocí a los 15 años, cuando no le hacemos caso a nadie pero tanto necesitamos consejos. Él me enseñó a discutir cada coma. A preguntarle al personaje. A ser respetuoso con la gramática y atrevido con la forma. Por violencias de la historia y también por vocación nómada, tuvo innumerables domicilios en Buenos Aires, Bogotá, Madrid, Jaén, Valencia, Málaga. Quizá se mudaba para volver a escribir desde cero. La última vez que lo vi, me recibió con su copa de coñac y su máquina de oxígeno. Le pregunté cómo se sentía. Él me contestó que se sentía atado a diez metros de cable. Pero que, cuando estaba optimista, pensaba en la ecuación del radio y la circunferencia y le salían más metros. Nos despedimos desdramatizando. Dije: ¡Descanse, general! José exclamó: ¡Descanso general, eso voy a tener! Su libro póstumo se titula Pan. Lo escucho recitar sobre su padre: «No tuve altura suficiente para darle la mano». Llegué a darle un abrazo a mi abuelo hipotético, al poeta panadero Viñals. Y es como si siguiera faltándome algo en los brazos.