¿No estamos hartos ya de la sobredosis diaria de noticias financieras, de esta cascada de datos que no se corresponden con los que más conciernen al ciudadano medio y al trabajador corriente? ¿De verdad estas insistentes estadísticas se merecen un titular tras otro, de lunes a domingo? ¿En serio abstracciones tales como la prima de riesgo necesitan ser atendidas, medidas y comunicadas al país entero cada 24 horas? ¿No tienen también los medios alguna responsabilidad en esta psicosis colectiva? ¿No están malgastando sus energías informativas, sociales y simbólicas en un lugar estéril? ¿Alimentar el monotema no nos convierte en cómplices? ¿No estaremos caminando hacia una profecía autocumplida: tememos estrellarnos, y tanto lo repetimos que quizá lo lograremos? Son sólo preguntas. Pero, al menos por ahora, hacer preguntas sigue siendo gratis. Y renunciar a responderlas puede costarnos caro.