8 de junio de 2012
Fantasma recíproco
Las ferias del libro sirven, entre otras cosas, para confirmar un fantasma recíproco. Mientras leemos un libro, tendemos a sentir que su autor no existe fuera de sus páginas, o que su existencia real es apenas una hipótesis. Hasta que un día, de pronto, en alguna feria del libro, lo vemos en persona, le hablamos y le tocamos la mano. Esa mano que suda y tiembla un poco y es verdad. Por su parte quienes escriben, mientras trabajan entre cuatro paredes, sospechan que hablan solos, temen estar monologando sin querer. Hasta que un día se materializa el personaje más sorprendente de todos, el otro, ese que lee. Pero semejante encuentro tiene sus riesgos melancólicos. «No le cuentes nada a nadie», finaliza El guardián entre el centeno, narrada en forma de confesión íntima para unos interlocutores invisibles. «No le cuentes nada a nadie. Si lo haces, empiezas a echar de menos a todo el mundo.» Quizá por eso ahora, lejos de la Feria del Libro de Madrid, tengo la sensación de hablarle a un hueco. Escribo porque echo de menos a no sé quién.