Algo fantasmagórico sucede con el Boom. Mientras a García Márquez le inventaban una muerte en la Red, sus libros resucitaban en la feria de Teherán. Y, mientras Carlos Fuentes anunciaba que iba a empezar un libro, se le terminó la vida. Nunca tuve ocasión de tratar a Fuentes. Una vez le di la mano en Guadalajara. Saludaba mirando a los ojos y apretando. Transmitía una mezcla de ambición y sosiego. No parecía alguien que lamentara ser quien era. Tommasso Debenedetti, humorista italiano de inverosímil nombre y autor de la falsa noticia sobre Gabo, es experto en mentir entrevistas. He leído inmejorables entrevistas imaginarias, como las de Papini en Gog, las de David Foster Wallace en Brief Interviews with Hideous Men o las de Kurt Vonnegut en God Bless You, Dr. Kevorkian. Hoy en cambio nos parece inventada la entrevista real con Carlos Fuentes que, hace apenas 24 horas, publicó El País. En declaraciones casi póstumas, Fuentes dijo que bailaba, que tenía planes y que no tenía miedo. Abro Cambio de piel por el final. La penúltima línea todavía repite: «Sé que su apetito no está satisfecho».