Siempre he tenido la convicción de que, en narrativa, el desprecio hacia el personaje está estrechamente ligado a la degradación del humanismo. Igual que un juego delata la realidad del niño, el tipo de relación que establecemos con los seres imaginarios es, en mi opinión, un revelador indicio de cómo nuestra sociedad concibe al prójimo. Me interesan todo género de personajes, incluidos los más absurdos o inverosímiles. Pero me cuesta comprometerme con una narración que, en definitiva, no profundice en la intimidad de alguien. Hace tiempo escribí un breve artículo al respecto. Por eso me ha interesado una entrevista a Juan Gabriel Vásquez, flamante Premio Alfaguara y unos de los mejores narradores latinoamericanos de mi generación. Allí el autor declara: «Creo que el destino individual de alguien que no existe puede decirnos mucho sobre nosotros». Ese ser invisible y decisivo se parece, quizá, mucho al lector.