–¿Es comparable un aforismo a un tuit?
Por supuesto, siempre que el tuitero tenga conciencia aforística. El aforismo no es un soporte, sino una actitud conceptual.
–¿Qué diferencias tienen en cuanto a técnica y contenido?
La técnica me parece similar: concisión, elipsis, contundencia. Quizá la diferencia esté en que la mayoría de tuits alude a la actualidad, mientras la mayoría de aforismos se refiere a la naturaleza humana, que es algo bastante más antiguo.
–¿Hacían pensar más los aforismos en libro que los tuits en el móvil?
No veo por qué. Hasta que no dejemos de oponer papel y pantalla, sospecho que estaremos en pañales 2.0.
–¿Qué aportan las redes a esta forma de escribir?
Difusión, velocidad, oportunidades. Y algo todavía más importante: memoria. Aunque a veces paradójicamente lo olvidemos, internet es un pozo de recuerdos.
–¿Está aumentando el interés por los aforismos?
¿Esta entrevista no es una respuesta?
–¿Cambia el lenguaje del analógico al digital?
Cuando el texto dialoga con vídeos, audios y demás recursos propios de la pantalla, evidentemente sí. Pero, si hablamos de palabras, ¿por qué iba a cambiar? Si hay algo que no cambia es nuestra obsesión por los cambios.
–¿Qué comparación habría entre los aforistas de siempre y los tuitstars de hoy con miles de seguidores?
Los grandes filósofos tenían, y siguen teniendo, miles de seguidores. Para asombro de Descartes o Sócrates, «Pienso, luego existo» o «Sólo sé que no sé nada» llevan siendo retuiteados desde hace siglos.
–Hoy que tanto nos cuesta fijar la atención en textos largos, ¿es más fácil vender textos breves?
Breve no es igual a fácil, ni largo igual a difícil. Muchos bestsellers son bultos considerables, y los poetas publican libros brevísimos. El desafío está en la complejidad, no en la longitud. Todo hombre bajito como yo estará de acuerdo con esa esperanza.
(cuestionario para un reportaje de El Correo. Más sobre el tema en El País.)