8 de octubre de 2012

Amor gradual

Nunca fui, lo confieso, un entusiasta de Ashbery. Y he militado, casi, contra cierta moda de los gestos ashberianos: esa tendencia a confundir elusión con reflexión; esa insistencia mecánica en las interrupciones; esa especie de artefacto digresivo que evita la síntesis; ese difuminar una anécdota ya de por sí banal; y un áspero etcétera. Sin embargo, porque a los poetas grandes se los relee incluso sin querer, me sorprendo admirando a un Ashbery distinto en Como un proyecto del que nadie habla. Magnífica y, en el mejor sentido, caprichosamente traducido por el uruguayo Roberto Echavarren. «Es necesario escribir acerca de las mismas cosas/ de la misma manera, repitiendo las mismas cosas una y otra vez/ para que el amor continúe y sea gradualmente diferente (…)/ Sólo entonces la falta de atención endémica/ de nuestras vidas puede enroscarse alrededor de nosotros, amistosa». Quizá la poesía sea ese atento tentáculo que, a fuerza de enroscarse y repetirse por los siglos de los siglos, nos permite distinguir un día de otro.