19 de abril de 2012

10 apuntes para sacar petróleo


1. Todo país tiene el derecho, y también la necesidad, de controlar sus propios recursos naturales. Esa legitimidad es más profunda que los acuerdos empresariales.

2. Plantearlo como una batalla entre dos países simplifica la naturaleza del conflicto y manipula a la opinión pública. El problema está en la alianza entre los comportamientos abusivos del capital multinacional y los excesos neoliberales en la gestión del Estado. En la Argentina esta alianza se remonta a la dictadura de los años 70, y se reprodujo brutalmente durante el menemismo de los años 90.

3. ¿Acaso Repsol se financia con los impuestos de los ciudadanos de España? ¿Acaso el destino principal de sus ganancias es el Estado y sus servicios públicos? Entonces no hay por qué considerarla una empresa esencialmente española, ni desplegar banderas fáciles.

4. Confesión para argentinos: no hay empresas más detestadas por los propios usuarios españoles que Telefónica, Iberia y un voraz etcétera. No conozco a ningún amigo español que se sienta íntimamente representado por ellas. Lejos de separarnos, esto hermana a ambos pueblos. ¿Dónde está el enemigo en realidad?

5. Confesión para españoles: las multinacionales implantadas en Latinoamérica han aplicado tarifas y normas que resultarían inadmisibles en Europa. También suelen hacer cínicas cuentas: lloran las pérdidas causadas por las excepcionalidades jurídicas del país, pero callan los beneficios desproporcionados que esas mismas excepcionalidades les trajeron durante impunes años.

6. Las comparaciones entre la conquista de América y la ola de privatizaciones de los años 90 es muy poco rigurosa, por no decir hipócrita. Las sociedades precolombinas no pidieron ni negociaron el desembarco de los conquistadores. La sociedad argentina, o cuando menos esa mayoría que eligió y reeligió al privatizador Menem, tuvo en cambio alguna responsabilidad en el aterrizaje masivo de las multinacionales. Todo patriotismo bien entendido incluye la autocrítica.

7. En cuanto se independizó de la corona española, la República Argentina emprendió un exterminio de sus propias comunidades indígenas. No otra cosa llevó a cabo el presidente Julio Argentino Roca. No muy distinta fue la opinión del prócer Sarmiento. El indio, el oprimido con el que hoy pretende identificarse cierto progresismo latinoamericano, es el enemigo bárbaro en el Martín Fierro, poema épico nacional.

8. Con todos sus defectos, demagogias y gestos autoritarios, el gobierno de los Kirchner ha sido lo mejor y más digno que podía sucederle a la política argentina tras la década siniestra de Menem y la hecatombe del corralito. Tan cierto es eso como que, en un principio, los Kirchner apoyaron la privatización de YPF, empezando por su propia provincia. Bien está haber rectificado; mejor aún sería admitirlo.

9. Que una mujer gobierne en la Argentina (una mujer, se entiende, con una larga y sólida formación política) ha supuesto un significativo paso en la evolución social del país. Otro paso sería que, algún día, para gobernar algún país latinoamericano, no hiciera falta ser militar ni millonario ni pertenecer a una familia con antecedentes en el poder. Es decir, que algún día gobernase alguien con un origen parecido al de la mayoría de sus votantes. En este sentido, quien subestime la importancia de Evo Morales no entenderá Bolivia.

10. A la generación del 15-M, como a aquella otra del 98, le duele España. A la generación del corralito, como a tantas otras antes, le dolió Argentina. Qué extraño desconsuelo que te duelan las dos.