La Real Academia, que no es ninguna fulana (fulano, na: 1. Alguien cuyo nombre se ignora o no se quiere expresar. 5. Prostituta) sino una autoridad en la materia, nos ha hecho el honor (honor: 3. Honestidad y recato en las mujeres, y buena opinión que se granjean con estas virtudes) de emitir unas recomendaciones que han sido la comidilla (comidilla: 1. Tema preferido en alguna murmuración o conversación de carácter satírico. «La conducta de fulana es la comidilla de la vecindad») de estos días. Como legítima jueza (jueza: 2. Mujer del juez) de nuestro idioma, razona la Academia que el sexismo lingüístico no es motivo suficiente para ir por ahí desvirgando gramáticas (desvirgar: 1. Quitar la virginidad a una doncella) y que, si continuamos así, terminaremos hablando como verduleros (verdulero, ra: 2. Mujer descarada y ordinaria) y confundiendo al prójimo (prójimo: 1. Hombre respecto de otro, considerados bajo el concepto de la solidaridad humana. Artículo enmendado; prójimo, ma: 3. Mujer de poca estimación pública o de conducta dudosa. 4. Mujer respecto del marido). Por eso estoy convencido, no sólo como escritor sino como individuo (individuo, dua: 7. Mujer despreciable), de que los académicos, en general ellos y a veces ellas, jamás dejarán a sus hablantes huérfanos (huérfano, na: 1. A quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre). Nuestra lengua materna está llena de padres.