20 de diciembre de 2012

Poderoso caballero (y 2)

En cierta ocasión le preguntaron al expresidente Aznar qué cualidad prefería en una mujer. Sus prominentes abdominales respondieron sin dudarlo: «Que sea mujer». Una mujer-mujer no sería una mujer tartamuda, ni una mujer al cuadrado. Sino aquella que se queda pasiva. Que acepta el rol histórico que le tocó en herencia. Que se comporta, en suma, exactamente como esperan los hombres-hombres. Entre la biología elemental y la Edad Media, el ministro Gallardón afirma que la maternidad es lo que hace a las mujeres «auténticas mujeres». Y si de paso pueden tener unos cuantos retoños, y poco tiempo para cosas como el trabajo o la política, mejor que mejor. Virginia Woolf tituló este sofisma Killing the Angel in the House. Gallardón ha declarado su intención de «defender a una sola mujer que quiera ser madre y no pueda». Tan o más grave sería no querer (o no estar en condiciones) de ser madre, y que el Estado te fuerce a serlo. Habrá que recordarle al gallardo ministro que una madre es mucho más que un mamífero. Que la reproducción es una opción y no un destino. Y que, mientras su Gobierno siga descuidando la incorporación laboral de las mujeres, los servicios educativos para menores de 3 años, las leyes de dependencia o la igualación de los permisos de maternidad y paternidad, la mujer podrá ser toda una madre, pero seguirá siendo media ciudadana.