31 de diciembre de 2012

La película del año


Madrid, 1987: un trepidante ejercicio de ciencia-ficción en el que Alberto Ruiz Gallardón intenta desesperadamente que las leyes civiles retrocedan en el tiempo.

Una pistola en cada mano: un durísimo thriller con el ministro De Guindos presupuestando en plan kamikaze.

Lo imposible: inacción sin tregua de la mano quimérica de Mariano Rajoy.

Los miserables: todo un clásico del capitalismo con la cúpula de Bankia en el esplendor de su arte. 

El caballero oscuro. La leyenda renace: poderosa secuela con Artur Mas metidísimo en el papel de salvador de su tierra. 

Blancanieves: remake de la fábula de la joven e inexperta Sorayita imponiéndose en un Gobierno donde crecen los enanos. 

La ciénaga: pegajoso drama coprotagonizado por Juan Carlos I y su más que turbia prole.

La mujer sin cabeza: con la presunta ministra de empleo Fátima Báñez en el papel estelar.

La suerte en tus manos: un biopic sin piedad sobre Angela Merkel.

Un buen partido: la mejor actuación -y ojalá que la última- de Iñaki Urdangarín.

Bonsái: una mirada intimista sobre nuestras perspectivas de crecimiento tras los recortes.

A Roma con amor: una desenfadada comedia sobre la Conferencia Episcopal donde Su Reverendísima Eminencia Rouco Varela nos sorprende con alguna que otra escena subidita de tono.

27 de diciembre de 2012

Un espejo

Ambos hombres son heterosexuales. Son amigos desde la juventud. Llevan puestos unos calzoncillos horribles y bastante parecidos. Los dos tienen la piel pálida, los hombros débiles. Y ese augurio de barriga tan propio de los cuerpos que empiezan a ser más viejos que la autoimagen de sus dueños. Están a solas. Han reservado la suite nupcial de un hotel barato. Nunca han tenido sexo con otro hombre. Acaban de encender la cámara que han traído para filmarse. Se acercan precavidos, de costado. Se miran a sí mismos mirándose. Detrás tienen un espejo. Delante tienen todo lo que no son capaces de ser. Eso cuenta la película Humpday, de Lynn Shelton, especialista en observar conflictos invisibles.

24 de diciembre de 2012

El globo

Al oeste de Coruña, en los bordes de la ciudad, visito la estupenda biblioteca del centro Ágora. Erigida en el antiguo erial de una zona carenciada, se me antoja un ejemplo de esperanza en tiempos críticos. Su arquitectura, dicen, se inspiró en La montaña mágica. La idea de que una biblioteca entera imite a un solo libro habría hecho las delicias de Borges o de Wilcock. En su interior, los espacios libres y la luz natural tienen tanta importancia como el mobiliario. Es un lugar para pensar los lugares. Apenas lleva abierta un año y ya tiene miles de socios. Los contenidos de la biblioteca están divididos por edades e idiomas, con especial atención a la población inmigrante. De sus paredes no cuelgan retratos de escritores sino de los propios vecinos, sus habitantes máximos. En uno de los pasillos me encuentro una pizarra llena de pequeñas notas, donde los niños han pegado sus propuestas para completar el entorno de la biblioteca. Muchos piden canchas de fútbol, toboganes, columpios o zonas para perros. Pero uno de ellos, con letra ligeramente temblorosa, dejó escrito: «Un globo que no se destruyera». Jamás un gran deseo conoció tan sencillas palabras. Quizás ese globo exista. Esos niños lo inflan cada vez que abren un libro.

20 de diciembre de 2012

Poderoso caballero (y 2)

En cierta ocasión le preguntaron al expresidente Aznar qué cualidad prefería en una mujer. Sus prominentes abdominales respondieron sin dudarlo: «Que sea mujer». Una mujer-mujer no sería una mujer tartamuda, ni una mujer al cuadrado. Sino aquella que se queda pasiva. Que acepta el rol histórico que le tocó en herencia. Que se comporta, en suma, exactamente como esperan los hombres-hombres. Entre la biología elemental y la Edad Media, el ministro Gallardón afirma que la maternidad es lo que hace a las mujeres «auténticas mujeres». Y si de paso pueden tener unos cuantos retoños, y poco tiempo para cosas como el trabajo o la política, mejor que mejor. Virginia Woolf tituló este sofisma Killing the Angel in the House. Gallardón ha declarado su intención de «defender a una sola mujer que quiera ser madre y no pueda». Tan o más grave sería no querer (o no estar en condiciones) de ser madre, y que el Estado te fuerce a serlo. Habrá que recordarle al gallardo ministro que una madre es mucho más que un mamífero. Que la reproducción es una opción y no un destino. Y que, mientras su Gobierno siga descuidando la incorporación laboral de las mujeres, los servicios educativos para menores de 3 años, las leyes de dependencia o la igualación de los permisos de maternidad y paternidad, la mujer podrá ser toda una madre, pero seguirá siendo media ciudadana. 

17 de diciembre de 2012

Poderoso caballero (1)

Un año hemos cumplido, y nos parece un siglo, de tijeras del PP. La estrella de la legislatura no está siendo De Guindos, que no toma decisiones, sino que las acata: es la guinda del pastel financiero. Ni tan siquiera Wert, ministro de incultura, cuyas inenarrables intervenciones han traído una nueva emoción a la política española: el Wértigo. Para mí el ministro estelar ha sido Gallardón, porque es el único miembro del gobierno que, en este año de penurias, da la impresión de ser más él mismo que nunca. Mientras Gallardón estrenaba su cargo, un individuo llamado Richard Lee Norris se sometió al trasplante de cara más amplio de la historia. Antes de operarse, nuestro hombre vivía encerrado y sólo salía a la calle por las noches. Desde que ha recobrado su rostro, se mueve a plena luz del día y se muestra tal como es. Algo similar parece haberle sucedido a Gallardón. Él también se ha hecho un trasplante. De cara dura. Durante años pareció un centrista recluido, un liberal desfigurado. Ahora por fin luce su auténtica facha. 

12 de diciembre de 2012

10 microapuntes sobre micronarrativa


1. No es lo mismo lo breve que lo corto: lo breve calla a tiempo, lo corto antes de tiempo. 

2. La vocación de todo microcuento es crecer sin ser visto. 

3. Lo más particular del microcuento no es su minúscula extensión, sino su radical estructura. 

4. Puntuarlo con bisturí. 

5. Un microcuento empieza entre comillas y termina en puntos suspensivos. 

6. Los verbos vuelan, los sustantivos corren, los adjetivos pesan. 

7. La tentación del chiste es la termita del microcuento. 

8. Los personajes de un microcuento caminan de perfil. 

9. El microcuento necesita lectores valientes, es decir, que soporten lo incompleto.

10. 
Cuanto más breve parece, más lento se lee.

7 de diciembre de 2012

Un matiz desesperado

Existe una diferencia brutal entre ocio y placer. El ocio cancela el tiempo, olvida su circunstancia, sucede como fuera de contexto. El placer es, en cambio, agudamente consciente del tiempo y sus pérdidas. Demasiado al tanto de nuestra mortalidad, el placer supone entonces una forma de resistencia. Los desesperados no se lanzan al sexo simplemente para huir. Sino para comprobar que siguen vivos. Que sus cuerpos conservan la capacidad de protestar ante el dolor, de darle réplica. Ocio: vacaciones. Placer: prórroga.

4 de diciembre de 2012

El recipiente

En el portal de cine al que soy adicto, cada vez que termina una película, aparece un fotograma congelado. Como un cartel casual o una postal lejana que te mandaran los personajes. Mientras nos quedábamos mirando en el monitor ese último fotograma mudo, mi compañera hizo algo extraordinario: bajó el volumen. Ambos nos sorprendimos de su gesto. Quizá fue una sinopsis. La película que acabábamos de ver era Bonsái, de Cristián Jiménez, basada en la novela de Alejandro Zambra. En ella se cuenta la pequeña historia de un primer amor que, al igual que un bonsái, no sobrevive fuera de su recipiente. Un argumento es su estilo. Y una emoción es el instante que la envuelve, su contexto. Por eso, al recordar una emoción o resumir un argumento, resulta tan intensa nuestra sensación de extrañeza. No es la distancia temporal lo que la provoca, sino la modificación del recipiente original. De ahí que el artificio del lenguaje sea el único modo de transplantar una experiencia. Eso parece sugerir, con una especie de violenta discreción, Bonsái. A veces no sabemos qué pasó. A veces lo mudo grita. Entonces escribimos para bajarle el volumen.